Pocas cosas pueden horripilar más en éter de una indeterminación que el silencio de un estadio cuando su estrella se queda echada en el césped y se pone a calentar en la banda su supuesto relevo
Pocas cosas pueden horripilar más en éter de una indeterminación que el silencio de un estadio cuando su estrella se queda echada en el césped y se pone a calentar en la banda su supuesto relevo